viernes, 28 de noviembre de 2014

Uniformes de la Guerra de los treinta años: Los Regimientos de "colores" de Gustavo Adolfo de Suecia


Durante la Guerra de los treinta años no existía una uniformidad en los ejércitos, tal y como hoy la entendemos. Apenas había diferencia, a primera vista, entre los soldados y los civiles; y lo único en que se distinguían era en las particularidades propias del armamento que debían portar los primeros:

  • En la infantería, los piqueros portaban pica, casco y "media armadura"; en el transcurso de la guerra la armadura que llevaban se simplificaría a la coraza y el casco. Si bien, muchos de los piqueros de la formación sólo tendrían un mero casco como protección, o sólo la "media armadura" y un sombrero, o directamente ninguna protección. Los mosqueteros portaban mosquete, horquilla para sujetarlo, bandolera para llevar los frascos con la pólvora y sombrero. En la medida de lo posible se dotaba a piqueros y mosqueteros de espada y daga.

Izquierda: Piquero y mosquetero, comienzos del siglo XVII. (Sebastian Vrancx)  
Derecha: Piquero y mosquetero, hacia la mitad del siglo XVII. (Pieter Snayers)

  • En la caballería, los coraceros usaban "armadura 3/4", dos pistolas y espada; al igual que los piqueros, a lo largo de la guerra la armadura se irá simplificando, y, a finales del siglo XVII, los coraceros tan sólo tendrán coraza y casco. Los arcabuceros montados podrían llevar coraza, casco y arcabuz; pero es normal verlos representados, en las pinturas del siglo XVII, tan sólo con casco, o con coraza y sombrero. Los dragones, literalmente mosqueteros montados, armados con mosquete y espada, vestían y actuaban igual que la infantería. Característica propia de la caballería, en cuanto a su indumentaria, es que todos usaban botas altas de montar.

Izquierda: Piquero descansando y arcabucero a caballo. Derecha: Compañía de dragones. (Sebastian Vrancx)

  • Por lo general, los artilleros llevarían una indumentaria oscura o de color negro, debido a que la pólvora negra (usada hasta el siglo XIX) manchaba y dejaba bastantes residuos en la ropa. Las unidades mercenarias del este de Europa, infantería Haiduk polaca y caballería ligera croata, llevarían sus indumentarias nacionales.


Acabada la guerra de los 30 años, y a lo largo de la década de 1660, los diversos Estados europeos empezaron a mantener ejércitos permanentes en tiempo de paz. Los distintos regimientos que fueron creados (o los que ya existían), y que ahora servirían permanentemente al país, iban a ser convenientemente abastecidos y proveídos de todo lo necesario por el propio Estado y de una manera regular. Es a partir de este momento el que los uniformes nacionales y regimentales comienzan a aparecer, ya que el abastecimiento estatal se irá estandarizando, a lo largo de los años, para todo el ejército.
A finales del siglo XVII, se puede hablar, más o menos, de ejércitos nacionales europeos uniformados de una manera normalizada y reglada. Así, la infantería sueca del regimiento de Uplandia, que participó en la Guerra de Escania (1675-1679), estaba toda ella ataviada con prendas de color rojo. Sin embargo, en 1676, los soldados suecos del regimiento de Skaraborg portaban todos casacas amarillas. Y, hacia 1690, al comienzo de la Guerra de los 9 años (1688-1697), la mayoría de la infantería sueca estaba completamente uniformada con las casacas de color "azul", que será el color característico del ejército sueco hasta los finales del siglo XIX.

Combate entre un arcabucero montado y un coracero, en una representación pictórica de la Guerra de los treinta años o de la Guerra de Flandes. (Jan Martszen de Jonge)



EL UNIFORME EN LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

El Coronel del regimiento y los capitanes de las distintas compañías que lo componían eran los encargados del abastecimiento de la ropa, calzado y todo lo necesario para sus soldados, y, en la guerra de los treinta años, podían darse por complacidos en que el regimiento tuviera simplemente suministro de armas y comida.

Se abastecía como buenamente se podía, así un regimiento podía tener compañías uniformadas de un determinado color y otras compañías estarlo de otro (o simplemente no estarlo), dependiendo del proveedor y de la remesa recibida en un determinado momento. Además, al no haber una legislación específica en cuanto a la uniformidad, el soldado buscaba autoabastecerse durante la campaña: ya fuera comprando una determinada prenda en una ciudad en la que estuviera de paso o acantonado, o, ante la necesidad (que era mucha de las veces), saqueando los cadáveres del campo de batalla, robando a los campesinos y en las haciendas por las que pasaban.

Por lo tanto, habría que hablar de una uniformidad regimental (si es que la había) más que de una uniformidad nacional o de la totalidad del ejército. En líneas generales, los ejércitos protestantes tuvieron más propensión a tener unidades uniformadas dentro de sus ejércitos, que la que tuvo el ejército imperial. 
Sin embargo, todos los contendientes usaron, en algún momento de la guerra, algún tipo de uniformidad en sus ejércitos. Dependería del ejército y del año en particular. Incluso también dependería del momento concreto de una campaña anual, en la que el desgaste propio de ella -largas marchas y contramarchas, quizá algún combate y asedio, unido a situaciones adversas del clima- haría que un soldado perfectamente uniformado, al principio de la campaña, fuera su atuendo irreconocible en el transcurso de unos pocos meses.

Se puede decir que el primer período de tiempo de la guerra vio un mayor uso de uniformidad en los regimientos; mientras que, desde la mitad de la década de 1630, la duración de la guerra y el desgaste de los contrincantes hizo que fuera más difícil proveer a los ejércitos, convirtiéndose los regimientos en masas de soldados cansados y andrajosos que algunos cuadros de esa época representan.

A todo esto, se puede añadir que las peculiaridades propias de cada país, en cuanto al uso de determinadas prendas o el modo concreto de vestir, podían conferir una especie de "uniforme nacional", reconocible a primera vista por el contrincante. Así, Estebanillo González, en su obra posiblemente autobiográfica, cuenta la curiosa anécdota de un soldado de caballería de Flandes que conoció en Zaragoza y que, vistiendo atuendo a la "usanza francesa" en la batalla de Rocroi (1643), fue confundido con el enemigo:

"había sido su compañía desbaratada; y, yéndose él retirando para ampararse al calor de nuestra infantería, un teniente de nuestras tropas, pensando que era francés (por ir en tal traje, por ser hábito más desembarazado y libre que los demás para hacer el amor y montar a caballo), le había seguido y dado un pistoletazo y dos cuchilladas; (...)"

Tras pedir licencia en el ejército, al quedar inutilizado del brazo derecho, llegó a Madrid para solicitar alguna pensión o prebenda al Consejo de Guerra, el cual:

"por no haber sido las heridas dadas por el enemigo, en castigo de querer ser arrendajo de francés y vestirse de dominguillo, con porpuén [chaleco francés] estrecho y con greguescos [calzones anchos] con bragueta encintada, no le habían querido hacer merced, antes le habían roto todos los papeles de sus servicios y remitido el memorial al Parlamento de París para que le premiase, cuando no los servicios, por lo menos el afición de quererles imitar en el uso del vestir; (...)"


LOS SIMBOLOS DE IDENTIFICACION EN EL CAMPO DE BATALLA

Como hemos visto anteriormente, al no existir un uniforme propiamente dicho que fuera un factor distintivo de los ejércitos, y ya que, al no haber una normativa específica, cada soldado podía vestir como quería (o como podía), los ejércitos contendientes de la época moderna tenían que tener una manera de distinguirse durante la confusión que se generaba en el campo de batalla.
Para ello se utilizaban los símbolos de distinción clásicos utilizados desde la antiguedad, como pudieran ser las insignias portadas por las distintas unidades, emblemas o adornos distintivos de los soldados, y "consignas" adoptadas para la batalla por todo el ejército.   


1- BANDERAS Y ESTANDARTES

La bandera, en el caso de la infantería, y el estandarte, en el caso de la caballería, era el mayor factor de cohesión de la unidad en la batalla. Las banderas y estandartes eran únicos para cada regimiento y todos los soldados pertenecientes a la unidad se agrupaban en torno a ella. Es decir, la bandera y el estandarte representaba a cada regimiento y a cada soldado perteneciente al mismo.
Por otra parte, las banderas y los estandartes eran el primer referente visual para el soldado en la confusión y el caos de la batalla. El uso de la pólvora negra en las descargas de los mosquetes y cañones producía una enorme humareda, que, sumada a la polvareda levantada por las cargas de caballería, hacía que al poco de iniciarse el combate se generase una especie de "niebla" en el campo de batalla: El soldado no veía más que humo a su alrededor; y, al producirse una "melé" o desorganizarse su unidad, el soldado podría identificar con la vista las banderas y tenerlas como referente. En caso de quedarse descolgado, no tenía más que localizar su bandera para saber que toda su unidad se aglutinaba en torno a ella.
Así, con las banderas y estandartes, un general, coronel o soldado podría conocer en la confusión y la "niebla" de la batalla la posición de su unidad; la de unidades amigas y enemigas; el haberse perdido su unidad u otras (al desaperecer de su vista la bandera), o los movimientos y evolución de las mismas.
En la Edad Moderna, como en otras épocas, las banderas y estandartes adquieren también un valor simbólico de mucha estimación para el ejército. Las victorias se contaban por banderas y estandartes capturados al enemigo, ya que las banderas capturadas representaban las unidades enemigas que habían sido "rotas" y por lo cual servían para hacer una estimación de las bajas sufridas por el enemigo.  

Por lo general, era tradicional el uso de cruces en las banderas de las Monarquías Reales: el Sacro Imperio Germánico y sus aliados utilizaban la cruz de Borgoña o cruz de San Andrés; Francia e Inglaterra también emplearon cruces en sus banderas. En cuanto a Ducados y Principados protestantes no era extraño ver motivos heráldicos, leones, franjas horizontales con sus colores particulares etc.
A lo largo del siglo XVI, las banderas ("fanor") de Suecia por lo general utilizaron una cruz amarilla, adoptando el campo del fondo todas las variantes posibles en la época. La cruz amarilla fue adoptada, al menos en algún momento entre 1520 y 1523, con el advenimiento de la dinastía Vasa al trono sueco. En 1569, el rey Juan III de Suecia ordena que todas las banderas y estandartes portados por el ejército sueco deben llevar una cruz amarilla.
Sin embargo, esta tendencia parece cambiar durante el siglo XVII, adoptándose otras variantes: como banderas únicamente con franjas horizontales, incluso banderas con un "aspa" o cruz de San Andrés. Otros emblemas como leones o "las tres coronas" también debieron ser comunes en el ejército sueco, tanto en el siglo XVI, como en el XVII.

Durante la guerra de los 30 años, Galeazzo Gualdo Priorato, testigo de los hechos, al describir las banderas de infantería del ejército de Gustavo Adolfo de Suecia, menciona banderas de varios colores con diversos logos y motivos: una gran corona; el escudo del Rey; los "motos" o lemas "GARS" (Gustavus Adolphus Rex Sueciae), "GAKVS" (Gustav Adolf König Von Schweden), o "Gustavus Adolphus Rex Fidei Evangelicae Defensor"; también alude a una bandera con un Sol, nubes, y el lema "Sero sed Serio".

Coraceros suecos con los característicos cascos de tipo "langostera"; detalle de un grabado que retrata a Gustavo Adolfo en la que parece la batalla de Breitenfeld (1631). Los estandartes de los coraceros muestran "las tres coronas", emblema del escudo de Suecia. (Jacob van der Heyden)


En cuanto a los estandartes de caballería, si los imperiales usaban tanto motivos religiosos como el águila imperial, los suecos y los príncipes protestantes usaban motivos más paganos (la diosa Fortuna o la diosa Justicia), escudos heráldicos, leones etc. El icono del "brazo armado con espada" o "brazo armado de Dios" sería muy utilizado tanto por imperiales como por suecos y príncipes protestantes.
Además de estos emblemas, en la caballería sueca se repetían los iconos de las banderas de infantería (corona, escudo real, lema "GARS"...). Los colores de los estandartes en la caballería sueca se reportan prácticamente de todos los colores (blanco, verde, rojo, naranja...).


2- BANDAS, FAJAS Y PLUMAS

Al no existir ninguna uniformidad, el método de distinción más utilizado en los siglos XVI y XVII era el uso de una banda, que cruzaba el pecho desde el hombro al costado; el uso de una faja en la cintura  y el uso de plumas en los cascos o en los gorros. Todas ellas de un determinado color, que diferenciaría a un ejército del contrario, que usaría un color diferente.

Aunque en algunos cuadros y grabados de mitad del siglo XVI se puede ver a los soldados portando bandas, éstas quedaron relegadas a lo largo del siglo XVI a la oficialidad de más alta categoría. Lo mismo se puede decir de las fajas, que es muy común verla representada en toda la oficialidad de menor graduación.
Así, al adornarse los oficiales con bandas y fajas, éstos eran el primer referente visual en el campo de batalla, ya que se posicionaban en frente y alrededor de los enormes cuadros de infantería, guardando el orden y movimientos de los mismos, e identificando, por tanto, al cuadro de infantería frente al enemigo.

La casa Habsburgo de España, como la de Austria, tradicionalmente se identificaba con el color rojo. Durante la guerra de los 30 años, los suecos usaron más variedad de colores en las bandas y fajas; y, en el transcurso de la guerra, se fue estandarizando el color azul.
En la batalla de Breitenfeld (1631), Gualdo Priorato describe al general sueco Johann Banér portando una banda "azul claro"; al rey Gustavo Adolfo con una pluma verde en el sombrero; y al aliado Elector de Sajonia, con una banda negra. Esta amplia gama de colores en las bandas, fajas y plumas (amarillo, verde, azul...), con que los suecos aparecen representados en las pinturas de mitad del siglo XVII, se explica con que bastaba con no utilizar el rojo, color identificativo del enemigo y sus aliados (los ejércitos del Sacro Imperio Germánico y de España). Sin embargo, las representaciones pictóricas de los generales suecos, en el período final de la guerra de los treinta años, los muestran siempre con una banda azul.

Oficial de una compañía de infantería: un Sargento español o un Teniente o Sargento imperial. Porta una alabarda, arma propia de su rango, con un distintivo de color rojo, además de una faja del mismo color. (Sebastian Vrancx)


Relegadas las bandas, fajas y plumas a los oficiales, justo antes de una batalla se improvisaban símbolos a mayores para los soldados que los distinguiesen del contrincante: Así, se podría acordar que todos llevaran una rama o un manojo de una planta concreta en los sombreros y cascos; cintas o trozos de tela de un color determinado en los sombreros y cascos, o anudado al brazo o a la pierna; portar en la batalla alguna prenda de un color determinado o incluso un trozo de papel en la ropa o en los sombreros y cascos. También, si se tenía conocimiento que el enemigo iba a utilizar un determinado distintivo para la batalla, bastaría sencillamente con no llevarlo. Por ejemplo, durante las guerras guerras civiles británicas (1639-1651), para las batallas de Dunbar (1650) y Worcester (1651), el ejército de Oliver Cromwell adoptó simplemente el no llevar encima nada blanco, ya que el color blanco fue el distintivo de los escoceses y los parlamentarios cuando combatieron juntos anteriormente.

Oficiales españoles: El Capitán o un Maestre de campo, a caballo, lleva faja, cinta en el sombrero y pluma de color rojo; el Sargento lleva la alabarda, arma distintiva del rango. (Pieter Snayers)


A diferencia de la infantería, todos los soldados de caballería estaban identificados con fajas, cintas o plumas del color representativo de su ejército, ya que la caballería entraba en "melé" con la caballería contraria casi constantemente desde el comienzo mismo de la batalla, y combatía "cuerpo a cuerpo" con más frecuencia que la infantería.


3- "SANTO Y SEÑA"

Como el mismo nombre indica, sería adoptar, justo antes de la batalla, una contraseña o palabra que serviría para identificarse en la confusión del combate, así como al realizar una carga al contrario. También en la confusión generada al perseguir al enemigo en retirada del campo de batalla, en la cual los soldados se mezclaban y los soldados derrotados se deshacían de las cintas, plumas o ropas que los pudieran identificar. Por último, también se acordaría para un ataque nocturno a un campamento, reducto etc. o para defenderlo.

Se solían utilizar palabras de caracter religioso en el caso imperial, bávaro y el español. De ahi que nos ha llegado a día de hoy la expresión "Santo y Seña", que podría indicar un nombre religioso y otro nombre común: Por ejemplo "Por Dios y el Rey". Por otro lado, podría indicar un nombre religioso (o el que se acordase) y la señal acordada para el combate en los vestidos del soldado (plumas, cintas etc.).
Por úlitimo, aquí se encuadraría el famoso grito de carga realizado por los tercios españoles, que está recogido en los documentos: "Santiago y cierra España". Aunque al ser éste tan conocido, incluso entre los enemigos, bien pudiera ser que esta expresión quedara relegada a "grito de combate" y se acordara otra como identificación. 

Las confusiones en la batalla eran frecuentes, y, en último recurso, el "Santo y Seña" era la clave secreta conocida por cada uno de los contendientes. Además, esta contraseña era obligada, ya que la ambiguedad de las símbolos identificativos anteriores facilitaba todo tipo de engañizas y estratagemas que podía adoptar el enemigo: Por ejemplo, en 1624, un contingente holandés intentó tomar Amberes por sorpresa; para acercarse a la plaza figuraron ser un convoy de provisiones español, cambiando sus bandas naranjas por otras de color rojo y añadiendo cruces de Borgoña a los carromatos, pero en el último momento los centinelas abortaron la sorpresa.



UNIFORMES REGIMENTALES DE "COLORES" EN EL EJERCITO DE GUSTAVO ADOLFO DE SUECIA

Cuando Gustavo Adolfo de Suecia entra de pleno en la guerra de los treinta años, en 1630, su ejército de campaña estaba formado por unos 30.000 efectivos -reclutas suecos y finlandeses, y mercenarios británicos, bálticos, daneses y holandeses- a los que se unirían posteriormente mercenarios y auxiliares alemanes.
Entre las unidades de este ejército se encontraban los regimientos "amarillo", "azul", "rojo" y "verde". Estos regimientos se formaron antes de la guerra y tenían la consideración de tropas de élite, al igual que los regimientos de mercenarios escoceses al servicio del Rey sueco.

Tradicionalmente se considera a Gustavo Adolfo de Suecia el introductor de las unidades uniformadas dentro del ejército. Sin embargo, esta aseveración no queda del todo clara: Efectivamente, algunas de las unidades del ejército sueco de la guerra de los treinta años -durante la fase de intervención de Gustavo Adolfo (1630-1632), incluso llegando a 1634- son nombradas por "colores", pero no queda especificado si se trata precisamente de sus uniformes. El historiador Geoffrey Parker señala que la denominación de los regimientos suecos por "colores" es debido al color específico de las banderas que portaban, y no a sus uniformes.
Algunas de las banderas de los regimientos suecos son conocidas por el manuscrito de Möhner, el cual pintó las banderas que observó durante la ocupación sueca de Augsburgo; y, en su caso, parece corresponder la denominación del regimiento con el color de sus banderas.
De todos modos, parece que ya existían unidades denominadas por colores en otros ejércitos protestantes anteriores a Gustavo Adolfo: Así, en 1619, dos regimientos levantados por el Ducado de Brunswick-Wolfenbüttel estaban ataviados con prendas de color azul. Y en los ejércitos de Ernesto de Mansfeld y de Cristián IV de Dinamarca había algunos regimientos que eran denominados por "colores".

También pudiera referirse, además de las banderas, al color de los símbolos identificativos del regimiento, como las bandas, fajas y plumas de los oficiales. En una relación de la batalla de Lützen (1632), Diego Duque de Estrada, quien se halló presente en la misma al servicio del Sacro Imperio Germánico, describe el orden de batalla del ejército sueco, enumerando entre los distintos regimientos suecos a los regimientos "amarillo", "azul" y "verde":

"(...) en el cuerpo de los batallones cuatro grandes escuadrones: el primero de suecos, llamado el regimiento de la banda pagiza [amarilla]; el de la Guardia Real fue el segundo; el tercero de la banda azul, del coronel Venchel [Hans Georg aus dem Winckel], y el cuarto de la banda verde, del duque de Vaymar [Weimar]."

Con la siguiente descripción de Duque de Estrada del ejército sueco, se puede dilucidar que los distintos regimientos suecos estaban divididos por los colores de las bandas y plumas:

"(...) formando un teatro que después fue túmulo del Rey [Gustavo Adolfo], cuyas lucidísimas armas, bizarros caballos, trajes diversos, plumas de colores, bandas diferentes, formaban un amenísimo prado de diversas flores, tan agradable a la vista cuanto después infausto."

La consideración de tropas "escogidas" o de élite, para los regimientos de "colores", viene determinada en la relación de la batalla de Lützen de Duque de Estrada:

"(...) y embistiéndonos los de la banda amarilla y en su socorro la azul, desordenaron tres escuadrones de los nuestros; pero fueron del cuarto escuadrón nuestro hechas pedazos estas dos insignias famosas amarilla y azul, y queriendo el Rey vengar tanto a éstos cuanto a los del cuerno [ala] izquierdo desbaratados de nuestra caballería, (...)"

A tenor de lo dicho por Duque de Estrada, otras fuentes señalan que en los regimientos "amarillo" y "azul" causaron baja más del 50% de sus efectivos en la batalla de Lützen.


Por otro lado, por la crónica del italiano Galeazzo Gualdo Priorato (prototipo de mercenario, ya que luchó en ambos bandos durante la guerra de los treinta años), se puede entrever que los colores regimentales en el ejército sueco se debería no sólo a las banderas, o las bandas y plumas, sino al propio atuendo de los soldados. Así, al describir el orden del ejército sueco en la batalla de Breitenfeld (1631), Galeazzo señala de la vanguardia:

"I battaglioni della fanteria, che stavano nella vanguarda, erano guidati dal Banner [Johann Banér] Maresciallo di campo, di natione Suezzese, (...)
Era la maggior parte de' soldati vestiti di casacche azzurre, e gialle."

Tal como dice Galeazzo, en la vanguardia de Breitenfeld estuvieron los regimientos "amarillo" y "azul". En la batalla de Lützen, Galeazzo también menciona los colores de la indumentaria de los infantes suecos de la primera línea del centro, lugar donde estaba el regimiento "amarillo":

"(...) i battaglioni di ritegno erano disposti, parte di nere, e parte di gialle casacche adobbati,"

En cambio, al narrar el orden sueco en la batalla de Hessisch-Oldendorf (1633), Gualdo Priorato alude sólo los colores de las banderas al referirse a los regimientos, y no al color de sus uniformes:

"(...) quattro milla fanti in tre battaglioni divisi de' reggimenti di Luneburg, e di Chinipausem [Dodo von Knyphausen] sotto ventiotto bandiere azzure, e gialle, (...) d' altri quattro milla fanti divisi in tre battaglioni composti de' reggimenti de' Colonnelli Lanstels [¿James Lumsden?], Conte d' Erbesteim [Eberstein], e del Landgravio [Landgrave de Hesse-Kassel] soggetti a 36. bandiere Aranzate, e verdi, a' quali comandava il Duca di Luneburg (...)"


En las memorias de Robert Monro, que se alistó en un regimiento de mercenarios escoceses al servicio de Dinamarca y de Suecia, durante la Guerra de los treinta años, vienen nombrados los regimientos de "colores" del rey Gustavo Adolfo de Suecia. Cuando narra los momentos finales de la batalla de Breitenfeld, Monro menciona al regimiento "azul", el cual aperece como "Brigada":

"The enemy thus fled, our horsemen were pursuing hard, till it was darke, and the blew [blue, azul en inglés antiguo] Briggad, and the commanded musketiers were sent by his Majesty to helpe us, (...)"

Monro también describe la batalla de Lützen, citando a los regimientos "amarillo" y "azul", y confirma su buen comportamiento en la batalla y las fuertes bajas sufridas:

"After this, the other Swedens Briggad, or yellow Regiment of the Guard is come after, (...) or of the three squadrons, or Battailes of the enemies foote, being foure times stronger than they, which they manfully did beate, making them to give ground, till they were ruin'd, (...) at last, with the blew Regiments comming up to relieve them, driven backe, and almost so scattered, that they were ruined, (...)"


En la crónica de Diego de Aedo y Gallart de la batalla de Nördlingen (1634), en la que prácticamente gran parte del anterior ejército del difunto Gustavo Adolfo de Suecia quedó deshecho ante el ejército combinado de España y del Sacro Imperio Germánico, también aparecen mencionados los regimientos "amarillo", "azul" y "negro":

 "A esta misma sazón se arrojó el enemigo sobre los Napolitanos de Toralto con un grueso escuadrón de Caballos, a quien siguió otro de Infantería Escocesa, que era el nombrado Amarillo. (...)
 Acometía también en este mismo tiempo el enemigo con sus famosos y nombrados Regimientos azul y negro y mucha Caballería al puesto de Don Martin de Idiaques [Martín de Idiáquez], con gran tesón y obstinación; (...)"


A todo lo anterior, cabe decir que en un cuadro de Pieter Snayers, sobre la batalla de Kircholm (1605), vienen representados claramente en el ejército sueco varios regimientos de "colores". La pintura fue realizada hacia 1619-1630 como encargo del rey de Polonia, Segismundo III. 
Snayers, para pintar el cuadro, aun siendo de un hecho acontecido muchos años atrás, se basaría, como acostumbraba, además de las crónicas y documentación acerca de la batalla a pintar, en descripciones directas de los militares que estaban en los Países Bajos.
Tanto Bruselas como Amberes se llenaban de avisos y de noticias, dados por soldados y funcionarios venidos de Alemania, contando los sucesos acaecidos en esas tierras. Snayers tendría un acceso de primera mano a toda esa información. Habría conversado con militares veteranos de alguna campaña de la guerra de los 30 años o de las guerras del báltico, y le habrían relatado con todo lujo de detalles la apariencia de los soldados suecos y polacos, ya sea por testigos directos o por lo que hubieran oído contar en las tierras del Imperio Germánico.


Regimiento "rojo" sueco.


Regimiento "azul" sueco. El oficial al frente de la formación también lleva faja y penacho de color azul.


Un segundo regimiento "rojo" sueco. Los tenientes y sargentos lucen también la misma uniformidad que los mosqueteros.


La pintura muestra, en al menos tres de los regimientos de infantería sueca, una cierta uniformidad en los colores de los "capotillos" de los mosqueteros; y, en dos de los regimientos representados, parece coincidir el color de los "capotillos" con el de las banderas que portan. Las bandas, fajas, plumas y cintas de los oficiales suecos son de color amarillo y azul.

Como curiosidad, indicar que, en el cuadro de la batalla, Snayers muestra a la infantería Haiduk polaca toda ella uniformada con prendas de color azul oscuro, y a los húsares polacos ataviados con sus característicos atuendos nacionales.

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NOTA1: La Brigada era el equivalente sueco al escuadrón o batallón, es decir, era una agrupación provisional de varios regimientos para una determinada batalla o acción bélica. En algunas ocasiones, un único regimiento podía conformar una Brigada, siempre que el regimiento fuera lo sufientemente numeroso.
La Brigada era dirigida por el mando del regimiento más antiguo o prestigioso de los que lo conformaban; por tanto, si uno de los regimientos de "colores" era amalgamado a otros para formar una Brigada, ésta sería comandada por el coronel del regimiento "de color".
La Brigada adoptaba el nombre del coronel que la mandaba o, en su caso, el del regimiento "de color"; habida cuenta que en el campo de batalla sería fácil distinguir a la Brigada de otras por los colores de banderas y otros símbolos de identificación del regimiento "de color" integrado en ella.

NOTA2: Aunque Aedo haga alusión al regimiento "azul" en la batalla de Nördlingen (1634), no queda clara su presencia en la misma, pudiéndose tratar de otro regimiento sueco que tuviera un identificativo azul. También confunde la Brigada escocesa con la "amarilla", las cuales sí que estuvieron presentes en la batalla.
Aunque Gualdo Priorato menciona varios colores en las banderas suecas de la batalla de Hessisch-Oldendorf (1633), en dicha batalla sólo participaron, de los regimientos de élite suecos, el regimiento "amarillo", algunas compañías del "azul" y posiblemente el regimiento "blanco".

sábado, 20 de septiembre de 2014

Banderas de las Provincias Unidas de los Países Bajos en el sitio de Bergen-op-Zoom


Las siguientes banderas corresponden a una pintura y un grabado que muestran distintas acciones bélicas desarrolladas en 1622. La primera bandera corresponde a una fortificación holandesa y está sacada del cuadro "La rendición de Juliers", de Jusepe Leonardo: tiene tres franjas horizontales con los colores de la librea del príncipe de Orange, en orden azul-blanco-naranja.
La modalidad de la bandera dividida en tres franjas horizontales, con los colores de la casa de Orange (independientemente de su orden), es común verla en las embarcaciones y fortificaciones neerlandesas representadas en las pinturas de comienzos del siglo XVII.





La segunda bandera está sacada de un grabado que muestra a la milicia de Leyden (o Leiden) en la ciudad de Grave, en el marco de las operaciones de Mauricio de Orange para socorrer a Bergen-op-Zoom.
La bandera muestra un León, icono muy representado tanto en las banderas del ejército neerlandés, como en la heráldica de las Provincias Unidas.


 

Los colores son especulativos, pero lo más probable es que fueran utilizados los colores de la ciudad de Leiden, a la cual pertenecía la milicia: el rojo y el blanco.





domingo, 31 de agosto de 2014

Banderas de los tercios españoles, hacia 1622


Las siguientes banderas corresponden a dos de los cuadros, realizados para el Salón de los Reinos, que conmemoran las victorias de Fleurus y Juliers (Jülich), ambas obtenidas en 1622, y que fueron pintados por Vicente Carducho y Jusepe Leonardo respectivamente.
Los autores de los cuadros podrían haber obtenido la información de las banderas por testigos de la campaña de 1622, información a la que a buen seguro sí que tuvieron acceso en la misma Corte de Madrid. Sin embargo, las banderas pintadas en los cuadros pudieron ser tomadas de las observadas por los propios autores en alguna de las unidades hispánicas de la Península o de las que estuviesen de paso por Madrid.
Teniendo en cuenta que los cuadros fueron finalizados hacia 1634-35, se puede considerar que estas banderas se corresponden al período de 1622-1635.














1 al 8- Banderas de infantería española, La victoria de Fleurus (Vicente Carducho)





9- Bandera de infantería española, La rendición de Juliers (Jusepe Leonardo)

10- Bandera de infantería española, La victoria de Fleurus (Vicente Carducho)


martes, 26 de agosto de 2014

Orden de Batalla (ORBAT) del sitio de Bergen-op-Zoom (1622)




EJERCITO HISPANICO

General: Ambrosio Espínola

Efectivos: (20.000 soldados al comienzo del asedio, reforzado en septiembre con 6.000 soldados del                       Palatinado)


   Tercio español de Iñigo de Borja
   Tercio español de Simón Antúnez
   Tercio español de Diego Mejía de Guzmán, futuro Marqués de Leganés
   Tercio español de Diego Luis de Oliveira

   Tercio valón de Albert de Ligne, Príncipe de Barbançon
   Tercio valón de Alexander de Bournonville, Conde de Henin
   Tercio valón del Conde Paul-Bernard de Fontaine
   Tercio valón de Thomas de Wyngaarde
   Tercio valón de Richard de Merode, señor de Ognies (muerto en combate)

   Tercio borgoñón de Claude-François de Cusance, Barón de Beauvois
   Tercio borgoñón de Jean de Maisières

   Tercio italiano de Marcelo Judice
   Tercio italiano de Paolo Baglioni

   Regimiento alemán de Philippe-Charles de Ligne, Duque de Aerschot
   Regimiento alemán de Alexander de Ligne, Príncipe de Chimay
   Regimiento alemán del Duque de Neoburgo
   Regimiento alemán de Otto Fugger
   Regimiento alemán del Marqués de Brandenburgo

   Tercio irlandés de John O'Neill, Conde de Tyrone
  
   Tercio escocés de Archibald Campbell, Conde de Argyll

   Tercio inglés de Lord Edward Vaux


Caballería al mando de Luis de Velasco, Conde de Salazar


Ejército del Palatinado (5.000 infantes y 1.500 jinetes)

General: Gonzalo Fernández de Córdoba

   Tercio español que fue de Francisco de Ibarra

   Tercio valón de Guillermo Verdugo
   Tercio valón de Bucquoy, al mando del Sargento-mayor Jacques de Haynin

   Tercio borgoñón de Claude de Rye, Barón de Balançon

   Tercio italiano de Carlo Spinelli
   Tercio italiano de Giambatista de Capua, Marqués de Campolataro

   Regimiento alemán del Conde Cristóbal Ernesto de Emden
   Regimiento alemán del Conde Ernesto de Isenburgo

Caballería al mando de Felipe de Silva


Detalle de un grabado del sitio de Bergen-op-Zoom, mostrando una de las posiciones hispánicas. Se trata de la fortificación de Halteren, donde Ambrosio Espínola tenía su cuartel general. A su frente (a la derecha del grabado), se encuentran las fortificaciones de la ciudad asediada. (Grabado de Abraham Hogenberg)


Bajas: El sitio de Bergen-op-Zoom fue muy duro; con continuos asaltos a las fortificaciones, por los sitiadores, y salidas contra las obras de asedio, por parte de los sitiados. Se estima que las bajas de Espínola fueron de entre cerca del 40% a más del 50% del total de su ejército. En cualquier caso, un desgaste muy alto para un ejército de la época.
En carta escrita por el contador del Ejército de Flandes, Luis de Casuso Maeda, al Rey de España, el 22 de octubre de 1622, se daba con precisión el número de bajas: Si el ejército sitiador sumaba 20.600 hombres en julio, en octubre (mes en que se levantó el asedio) quedaban 13.200 soldados, de los cuales 400 estaban heridos. Es decir, 7.400 habían muerto, desaparecido en combate o desertado.
Sin embargo, el Consejo de Estado señalaba, el 27 de octubre de 1622, como Espínola tuvo que levantar el asedio "según la poca gente que había, que no era más de 7.000 infantes, y la mucha que mataban y se huía, (...)"
El cronista Gonzalo de Céspedes confirma las enormes bajas, señalando como menguaban los tercios de las "naciones" a consecuencia de los combates, enfermedades y deserciones, "y que no había en todo el Campo dos mil hombres soldados viejos [veteranos]; que éstos eran Valones del señor de Ognies, muerto algo antes de un balazo; y que la suma de Españoles, aun no llegaba a ser tres mil, ni de dos mil la de Italianos; que en estas tres sólas naciones, y cantidad tan limitada, eran inclusas nuestras fuerzas;". Por último, Céspedes dice que "y tal fue el fin de aqueste sitio, en que el Rebelde publicó que nos mató nueve mil hombres, (...)"
El capitán Domingo de Toral y Valdés, que sirvió en el tercio de Iñigo de Borja, eleva esta cifra: "Al fin de tres meses, que en todos ellos no era sino mortandad, que se repuso la falta de la gente por más de 11.000 sin mejorarnos una hora más que otra, (...)"

Una crónica neerlandesa del sitio de Bergen-op-Zoom también señala que el ejército de Espínola perdió 11.000 hombres, y 2.000 más que fueron a rendirse a la misma ciudad sitiada.
En carta escrita por un funcionario holandés a los Estados-Generales, el 12 de octubre de 1622, se enumeraba las bajas que el ejército hispánico había sufrido: aproximadamente 6.500 muertos en combate; cerca de 8.000 heridos y enfermos, que yacían en los hospicios de Amberes y Bruselas; y unos 2.500 desertores, que habían huído a la propia ciudad asediada.
Una relación del asedio, realizada por tres clérigos protestantes de Bergen-op-Zoom, confirma los 2.500 desertores "de toutes nations" que huyeron a la misma ciudad que sitiaban, pero también expresa que hubo más desertores hispánicos que pululaban por los contornos de Brabante.
También esta relación atestigua las terribles bajas sufridas en el ejército hispánico: Así, señala que el 20 de agosto, los hispánicos enviaron a Amberes una caravana, "qu'il a envoyé plus de soixante et dix chariots pleins de blessés vers Anvers et puis sept chariots chargés de corps morts, (...)"
Asimismo, esta relación ilustra el terrorífico escenario dejado tras abandonar Espínola las obras de asedio a primeros de octubre: cuerpos sin enterrar, e inválidos y enfermos abandonados en el campamento, "d'avoir laissé ses morts pour estre la pasture de la flamme ou des bestes sauvages (...) les rivages tous couverts de carnage et blanchis d'ossemens de morts (...) en abandonnant ses soldats malades au milieu de son embrasement, (...)" Anota también que más de 30 hombres y mujeres, que estaban enfermos y abandonados en el campamento, fueron recogidos y llevados a Bergen-op-Zoom para ser tratados.

La dimensión del desastre viene refrendada por el hecho que, durante el siguiente año, Ambrosio Espínola no hizo movimiento alguno y pasó el tiempo recomponiendo el Ejército de Flandes: Algunas de las unidades simplemente dejaron de existir, los tercios valones de Ognies y Wyngaarde desaparecen de las operaciones posteriores, y probablemente ante las bajas causadas en sus unidades tuvieron que ser reformados. 
Lo mismo ocurre con el tercio inglés de Vaux, el cual también desaparece de la documentación posterior; las reticencias del mismo a luchar contra sus compatriotas ingleses, unido a las bajas (debido a que muchos de sus soldados se "pasaron al enemigo"), forzó a que también fuese reformado. El capitán Domingo de Toral, testigo vista de los hechos, confirma las cuantiosas bajas del tercio inglés de Vaux en uno de los asaltos: "servía entre nosotros un tercio de ingleses que también se halló en todo lo que se ofreció; de ellos y de los nuestros estaban las trincheras llenas de cuerpos muertos que no se podía poner los pies en la tierra, si no es en ellos, (...) reputáronse 500 los muertos; amaneció y mandaron que los retirasen, y mi compañía también se retiró." 
Desde los Países Bajos se pidió con insistencia refuerzos españoles e italianos, considerados tropas de élite, para poder completar a las unidades de esas naciones que habían quedado diezmadas o crear alguna nueva unidad. Así, mediado el año 1623, el Consejo de Estado señalaba: "Así mismo escribe S. A. que es muy pequeño el número de infantería española que hay allí y también de la italiana; y suplica S. A. a S. M, se sirva de enviar el mayor número que se pueda, en particular del Estado de Milán, (...)"; también indicaba lo advertido por el General de la caballería de Flandes, don Luis de Velasco, "que hay mucha falta de españoles y de italianos. Que la gente que dicen se paga en Flandes llega a 60.000 hombres, los más impedidos y que no son de servicio, y convendría escusarlo."; además se señaló la importancia de construir un hospital en Brujas "para curar a los soldados, (...)"
Los refuerzos llegaron a los Países Bajos ese mismo año, pero no se efectuó ninguna acción ofensiva hasta el año siguiente.



GUARNICION DE BERGEN-OP-ZOOM

Gobernador: Louis de la Cathulle (van der Kethulle), señor de Ryhove

Efectivos: (6.400 soldados en unas 49 compañías de infantería y caballería, ascendiendo a unos 10.000                     hombres en más de 70 compañías a finales de agosto)

  
   Compañías escocesas del regimiento de sir Robert Henderson (muerto de las heridas recibidas en combate)
   Compañías inglesas del regimiento de sir Charles Morgan
   Compañías valonas del regimiento de Philips de Levin, señor de Famars (herido en combate)
   Compañías neerlandesas del regimiento de Adolph Philips van Horne, señor de Lokeren
   Varias compañías francesas del regimiento de Gaspard III de Coligny, Duque de Châtillon
   Una compañía suiza del capitán Waltoffer (muerto en combate)

   La guarnición ordinaria de la ciudad, al mando del Sargento-mayor Jacques Heckaert


Caballería formada por 4 compañías de coraceros del señor de Ryhove, Van der Wel, Brouchem y Mons du Metz


Detalle de un grabado que muestra la llegada de la milicia de Leiden a la ciudad de Grave, en septiembre de 1622. Este hecho viene enmarcado en las distintas acciones realizadas por Mauricio de Nassau, Príncipe de Orange, para socorrer a Bergen-op-Zoom. (Grabado de Cornelis Liefrinck)


Bajas: La crónica neerlandesa del asedio señala que de los sitiados murieron sólo 600 hombres y que muchos más resultaron heridos. 
En el relato del asedio de los tres clérigos protestantes, testigos de los hechos, se cuentan, al menos, 17 bajas entre los capitanes de las más de 70 compañías que defendieron la ciudad. Entre estas bajas (10 capitanes muertos y 7 heridos), se incluyen las de los coroneles, tenientes-coroneles y sargentos-mayores, los cuales también mandaban sendas compañías. Esto nos acerca a un 20% de bajas entre los capitanes de las compañías; si bien algo alto para la oficialidad, entra dentro de las cifras tolerables por desgaste en campaña.
Este porcentaje de bajas se podría extrapolar a la totalidad de la guarnición de Bergen-op-Zoom, esto nos daría que unos 2.000 hombres habrían causado baja por causas diversas. Al respecto Céspedes señala que, aunque las bajas hispanas fueron altas, "mas lo cierto es, que en ambas partes hubo asaz muertes y desdichas, (...)"

_______________________________
NOTA1: Si bien el tercio del Principe de Barbançon figura como un tercio valón, éste fue reclutado en Lieja, territorio dependiente, por aquel entonces, del Sacro Imperio Germánico.
El tercio de Diego Luis de Oliveira aunque figura como "español", tenía un alto componente de reclutas portugueses.
En cuanto a los regimientos del duque de Aerschot y de Chimay (ambos hermanos y primos del príncipe de Barbançon) son "bajo-alemanes" o de "alemanes bajos", es decir, reclutados en las regiones de los Países Bajos donde se hablaba alemán (Limburgo, Gueldres y Luxemburgo); el resto son regimientos "alto-alemanes" o de "alemanes altos", los cuales serían reclutados en los territorios católicos del Sacro Imperio Germánico, que estaban próximos a los Países Bajos.

NOTA2: Es de suponer que casi la totalidad de las bajas referidas en el ejército hispánico corresponderían al Ejército de Flandes, al mando de Espínola. El Ejército del Palatinado de Gonzalo Fernández de Córdoba apenas estuvo un mes en el asedio. Gonzalo de Córdoba asentó su campamento en el cuartel de Baglioni, y como dice el capitán Domingo de Toral: "en aquella parte no sucedió cosa notable, más de algunas salidas y el haber hecho una batería para batir la muralla;". Además el ejército de Gonzalo de Córdoba venía agotado y con bajas, tras un dura y exitosa campaña en el Palatinado, que culminó con la victoria de Fleurus en los Países Bajos.

NOTA3: El tercio valón de Fontaine sobrevivió a la reforma de 1623. Colaborando posteriormente en las acciones auxiliares para el cerco de Breda (1624-25).
En cuanto al regimiento alemán del Duque de Neoburgo sí que participó activamente en el sitio de Breda, aunque en su momento no le incluí en el correspondiente ORBAT del sitio de Breda. El regimiento del Duque de Neoburgo estuvo asentado en el cuartel fortificado del Barón de Balançon. Precisamente es en ese cuartel donde desfiló la guarnición vencida de Breda, momento reflejado en el cuadro de Velázquez.

jueves, 31 de julio de 2014

El alto mando y la oficialidad del Ejército español de Flandes (1567-1623)


Antonio Carnero, que escribió una narración histórica sobre la guerra de Flandes, nos lega al final de dicha obra una completa relación del alto mando y la oficialidad del Ejército de Flandes. Carnero fue testigo vista de parte de los acontecimientos que relata, ya que prestó servcios en la contaduría del Ejército de Flandes durante 12 años, desde el año 1585.
La obra fue publicada en Bruselas en 1625, y la relación del alto mando y oficialidad del Ejército de Flandes (incluidos los maestres de campo y coroneles de los tercios y regimientos hispánicos) mantiene un orden crónico-sucesorio: abarcando desde el año 1567 hasta, aproximadamente, el año 1622.

El período en el que finaliza la relación del alto mando del Ejército de Flandes (Gobernadores, Capitanes-Generales y Maestres de Campo Generales), nos lleva hacia el año 1622-1623. En cuanto a la oficialidad (maestres de campo y coroneles de los respectivos tercios y regimientos), el período en el que finaliza varía alternativamente según cada "nación".
Los últimos maestres de campo y coroneles, presentes en la relación, participaron activamente en el frustrado asedio de Bergen-op-Zoom (1622): Los tercios españoles de "Don Inigo [Iñigo] de Borja", "Simon Antunez", "Don Diego Mexia [Mejía de Guzmán]", "Diego Luis de Oliveyra [Oliveira]" y "Don Inigo de Briçuela [Iñigo de Brizuela]"; los tercios italianos de "Paulo Balloni [Paolo Baglioni]" y el "Marquez Lazaro [Marqués de Campolataro]"; los regimientos alemanes del "Duque de Arschot [Aerschot]" y el "Conde de Ysenburcq [Isenburg]"; los tercios borgoñones del "Baron de Balanzon [Balançon]" y el "Baron de Veobues [Beauvois]"; los tercios valones del "Baron de Barbanzon [Barbançon]", del "Conde de Hennin" y de "Don Guillermo Verdugo"; y, por último, el tercio inglés del "Baron Bas [Lord Vaux]" y el tercio escocés del "Conde de Argyl [Argyll]".
Aun así, la relación de Carnero no es del todo completa: hay ausencia de maestres de campo y de coroneles que estuvieron presentes tanto en el sitio de Bergen-op-Zoom, como en otros momentos de la guerra de los ochenta años (1568-1648). La relación de los maestres de campo de los tercios españoles parece ser la más completa. Incluso es la que más se alarga en el tiempo, ya que en ella aparecen incluidos "Don Juan Claros de Guzman" y "Don Francisco de Medina", cuyos tercios llegaron a los Países Bajos en 1623.







Como curiosidad, señalar que entre los coroneles británicos, al servicio de la Monarquía española, se menciona al "Conde Arandel [Lord Thomas Arundel]", cuyo tercio de ingleses fue reclutado en 1605, y que es mencionado por Carnero en la campaña de ese mismo año.
La "Conspiración de la Pólvora" (1605) y la declaración posterior de traición a todos los ingleses que sirviesen a príncipes en el extranjero, sin haber prestado antes juramento de lealtad al rey de Inglaterra, probablemente hizo que el tercio inglés de Arundel acabase desmovilizado y que algunos de sus hombres se uniesen al tercio irlandés del Conde de Tyrone, el cual extrañamente no es mencionado en la relación de coroneles británicos de Antonio Carnero.

También mencionar que el coronel inglés "Roberto Bastock [Bostock]" -que estaba al mando del regimiento de irlandeses al servicio de España, el cual fue casi aniquilado en la batalla de las Dunas (1600)- aparece incluido en la relación de coroneles valones, en vez de estarlo en la de los británicos. Lo que hace suponer que, en aquel momento, el regimiento de irlandeses completase sus bajas con levas de soldados valones, y que el regimiento aglutinase soldados irlandeses, ingleses y valones.

martes, 22 de julio de 2014

El intento de Francisco de Valdés de anegar Holanda


Ante la demora del sitio de Leyden (que se terminó alargando un año), y el rompimiento de los primeros diques por los holandeses (con el fin de anegar los contornos de Leyden y que la flota de socorro zelandesa pudiera llegar hasta la ciudad para aprovisionarla), el general al mando del asedio, don Francisco de Valdés, pedía al Gobernador español de los Países Bajos que se tomaran medidas más drásticas.

Los rebeldes holandeses preferían anegar y arruinar sus tierras a que éstas quedasen en manos de los españoles. Esto era visto por Francisco de Valdés como una medida extrema y, por lo cual, requería de una respuesta extrema. En carta fechada a 18 de septiembre de 1574, don Francisco de Valdés se lo comunicaba a don Luis de Requeséns, Gobernador de los Países Bajos:

"La primera vez que entré en Holanda [octubre de 1573], tomé una letra [carta] del príncipe de Orange escrita de su mano propia (...) en que le decía estas palabras: <<Yo había ordenado que rompiésedes la esclusa de Maeslandsluys [actual Maassluis] para anegar sus contornos, pero aquí se han juntado (...) hombres pláticos [expertos], y hallan que si esas esclusas se rompíen, se anegará todo este país sin que se pueda jamás recobrar; y así conviene que no se rompan>>. Háme parescido [prosigue Valdés] dar ello aviso a Vuestra Excellencia para que entienda que siempre que fuese servido de anegar este país, está en su mano. Y pues ellos han dado principio a lo hacer, si perseveran en su obstinada rebelión bien merescen ser anegados."

La carta interceptada por Valdés era de Guillermo de Orange, e iba dirigida a Felipe Marnix de Sainte-Aldegonde: Marnix estaba al mando de la fortificación de Maeslandsluys, que tenía una guarnición formada principalmente por milicias del país. En noviembre de 1573, el fuerte de Maeslandsluys fue asaltado por los españoles y Marnix de Sainte-Aldegonde fue hecho prisionero. En esta acción debió de ser donde Francisco de Valdés se apoderó de la carta aludida.

La propuesta, antes de ser ejecutada, fue comunicada por el gobernador Requeséns al rey Felipe II, para su aprobación. Pero finalmente Felipe II prohibió la operación. Para cuando su respuesta llegó a Bruselas, los holandeses habían roto más diques y abierto las esclusas del sur de Leyden, anegándo los contornos de Leyden y propiciando el poder acercarse la flota a la misma ciudad, socorriéndola y forzando a los soldados hispánicos a retirarse. También cuando llegó la prohibición de Felipe II, los soldados de Valdés habían comenzado a romper algunos diques de la zona conocida como "Waterland" u Holanda septentrional. La operación se paralizó y casi al mismo tiempo comenzaron los soldados de Valdés a amotinarse, cansados ya de casi 2 años ininterrumpidos de campaña y la falta de pagas.

La noche del 2 al 3 de octubre de 1574, la inundación de los contornos de Leyden propició que la flota se acercase lo suficiente a las úlimas fortificaciones hispánicas, las cuales fueron abandonadas ante la imposibilidad de mantener el asedio en esas condiciones. El grabado muestra el momento en que la flota se aproxima y los hispánicos se retiran, pereciendo ahogados algunos de ellos y siendo los rezagados capturados o muertos desde las naves. (Grabado de Simon Frisius)


La carta de Felipe II al gobernador Requeséns, fechada en 22 de octubre de 1574, en la cual se le prohibía anegar la provincia de Holanda, razonaba lo siguiente:

"Está muy claro que la dureza, maldad y obstinación de los dichos rebeldes ha llegado a términos que nadie puede dudar ser dignos de riguroso y ejemplar castigo (...) el anegar Holanda se podría hacer fácilmente, rompiendo los diques. Pero este medio trae consigo un grande inconveniente, que rompidos una vez, ha de quedar perdida y asolada para siempre, en evidente daño de los estados vecinos. Pues, bien mirado, se puede decir que la Holanda es agora como dique de todos ellos, y que anegánola, quedarían en manifiesto peligro, (...) De manera que en efecto no conviene usar deste medio, ni se debe hacer, porque (demás de los inconvenientes que están tocados (...) se considera que traería consigo un cierto nombre de crueldad, que se debe huir, y mayormente con vasallos, por más que su culpa sea notoria y el castigo que se les diese justificado."

En este caso, Felipe II, el rey "prudente", hizo honor a la prudencia con la que era apodado. La acción de anegar todo el territorio de Holanda podría haber tenido consecuencias negativas, tanto políticas -habría encendido aún más la revuelta contra los españoles- como económicas -los territorios inundados quedarían inservibles para siempre-, incluso podría haber tenido consecuencias geográficas y el contorno de los Países Bajos nunca hubiera sido el de hoy. No era lo mismo romper diques para inundar los contornos de una ciudad asediada y forzar el levantamiento del sitio -como ya había ocurrido anteriormente en el sitio de Alkmaar (1573), y se haría de nuevo en el sitio de Leyden (1573-1574)- que inundar todo el país. Esto fue considerado una medida demasiado severa para ambos contendientes, y esta "arma geofísica" no sería utilizada ni por Felipe II ni por el Príncipe de Orange (como señala la carta interceptada por Valdés).


Grabado alegórico del sitio de Leyden: La ciudad está representada por una mujer (izquierda), acosada por lo que parece la muerte, la enfermedad y el hambre. Un soldado español avanza hacia ella (derecha), con una espada y una antorcha; viste casco, una "ropilla" sobre sus armas, y calzones. El dios Neptuno agarra con su mano el pie del soldado español, impidiéndole avanzar. Al fondo, el agua cae sobre una fortificación hispánica e inunda todo el territorio, mientras el viento sopla para empujar a la flota de socorro zelandesa. (Grabado anónimo neerlandés)


domingo, 29 de junio de 2014

Una "encamisada" de los rebeldes holandeses en la Guerra de Flandes


La "encamisada" era un ataque por sorpresa realizado en la noche, o en las primeras horas del amanecer: un grupo escogido, que podía ascender de unos 50 a unos 2.000 soldados, armados con armas ligeras (como espadas, dagas, pistolas...) realizaban un golpe certero en las posiciones enemigas. Para distinguirse en la oscuridad de la noche, los atacantes solían ponerse sobre sus vestiduras o armaduras una camisola blanca, la cual además de identificar a sus compañeros, tapaba los brillos de la armadura, que pudieran delatar su posición.
Esta camisa blanca con la que se ataviaban los soldados daba el nombre a esta clase de operaciones "encubiertas", pero no siempre era usada una camisa. Bastaría cualquier otro tipo de símbolo -siempre de color blanco- previamente acordado por el ejército atacante, como un trozo de tela blanca anudada al brazo o a la pierna, o un simple trozo de papel cosido a las vestiduras del soldado. Así, el cronista fray Prudencio de Sandoval señalaba de la batalla de Pavía (1525) cómo:

"Siendo ya juntos los escuadrones imperiales encamisados ó empapelados, comenzaron los tudescos [alemanes] poco a poco a caminar, (...)"

Desde los tiempos de las guerras de Italia (1494-1559), las "encamisadas" eran operaciones que todos consideraban propias de los hispánicos. Incluso el término "encamisada" fue adoptado en el lenguaje de otros países. Entre las operaciones de éste tipo más importantes se podrían enumerar:

En las Guerras de Italia (1494-1559) se realizaron varias encamisadas contra el campamento francés, durante el bloqueo de Milán (1523-1524); contra la población de Melzo (1524); contra el campo fortificado francés, durante la batalla de Pavía (1525); contra el campamento francés, durante el cerco de Nápoles (1528); en la batalla de Landriano (1529); y contra las posiciones de los sublevados sieneses y los franceses, durante la defensa de la ciudadela de Siena (1552).

En el transcurso de la Guerra de Esmalcalda (1546-1547) se realizaron varias encamisadas contra el campamento de la Liga Esmalcáldica, en el sitio del campo fortificado imperial de Ingolstadt (1546).

En la Guerra de las Alpujarras (1568-1571) se realizan las encamisadas contra la población de Benahadux (1568), y contra el cuartel del marqués de los Vélez en Berja (1569).
La defensa de los presidios norteafricanos (Orán, La Goleta, Mazalquivir...) fue prolija en "razzias", escaramuzas, batidas y probablemente "encamisadas".

En la Guerra de Flandes o Guerra de los ochenta años (1568-1648), la duración del conflicto hace que se realicen numerosas encamisadas: contra el campamento del príncipe de Orange, durante el sitio de Mons (1572); contra el campamento de Luis de Nassau (1574), contra la ciudad de Amberes (1579), contra el cuartel del conde de Hohenlohe (1592), contra el campo fortificado en torno a Hulst (1596); contra las obras de asedio francesas, durante el sitio de Amiens (1597)... Y ésto sólo por citar algunas de estas operaciones.
También decir que quizá el asalto a la isla de Duiveland (1575) fuera concebido como una "encamisada": La operación anfibia fue realizada por la noche, y los soldados vadearon el mar ataviados con sus camisas. Don Bernardino de Mendoza (cronista, soldado y testigo vista de la guerra de Flandes) comenta, sobre esta operación, que "con lo cual quedó la gente de manera que parecía el ir de encamisada."


Detalle que muestra a los arcabuceros españoles "encamisados" en la batalla de Pavía (1525). Al mando del marqués del Vasto, formaron la vanguardia que asaltó, por la noche, la brecha del campo fortificado francés. (La batalla de Pavía, Ruprecht Heller)


Pudiera ser que este modo de hacer la guerra fuera "exportado" por los españoles a Italia durante las guerras italianas; la guerra de la Reconquista contra los musulmanes fue muy propicia a correrías, rebatos, tomas por sorpresa de plazas y ataques nocturnos. Sin embargo, lo mismo se podría decir de las guerras en la Italia bajo-medieval de los siglos XIV y XV, y ser una costumbre de guerra ya arraigada entre los italianos.

Como hemos visto anteriormente, esta clase de operaciones nocturnas tradicionalmente son consideradas netamente hispánicas, pero también fueron empleadas por los enemigos de la Monarquía hispánica. Así, fray Prudencio de Sandoval menciona una "encamisada" de los florentinos contra el campo imperial en 1530, durante la campaña de Florencia (1529-1530).
En cuanto a la guerra de Flandes, el Cardenal Bentivoglio menciona las salidas nocturnas de los defensores de la ciudad de Haarlem contra el campamento hispánico, durante el sitio de 1572-1573, y las llama literalmente "encamisadas". También Francisco Verdugo, en sus memorias de la guerra de Flandes, menciona una "encamisada" contra su regimiento, que tuvo lugar en 1581. La crónica de Alonso Vázquez, soldado y testigo de esta guerra, refiere una "encamisada" realizada por la guarnición de La Esclusa contra las trincheras hispánicas, en el sitio de 1587.
También se puede decir que, aunque las "encamisadas" fueron populares entre los hispánicos, otros países tendrían adaptada otra modalidad o estrategia para realizar una operación encubierta o ataque nocturno. Así, durante el asedio de San Quintín por el ejército hispánico en 1557, el almirante francés Gaspar de Coligny realizaba salidas por las noches contra las posiciones hispanas: Para ello, los franceses salían lentamente y sin hacer ruido de la ciudad, montados en caballos oscuros, sin ningún brillo en sus ropas, portando espadas embetunadas -para ocultar los reflejos y no ser detectados- y antorchas a las grupas de los caballos, que en el momento del ataque encendían para quemar las posiciones enemigas.


UNA ENCAMISADA DE LOS HOLANDESES EN EL SITIO DE LEYDEN

En octubre de 1573 un ejército hispánico, al mando de Francisco de Valdés, puso sitio a la ciudad de Leyden (actual Leiden). Tras 5 meses de bloqueo, el asedio fue levantado momentáneamente para contrarrestar la invasión que, desde los territorios alemanes, realizó Luis de Nassau, con un ejército reclutado en esas tierras. En mayo de 1574, de nuevo se asedia la ciudad y se toman las posiciones fortificadas de sus contornos.
Una pintura anónima holandesa sobre el asedio de Leyden, posiblemente realizada hacia el comienzo del siglo XVII, parece mostrar una de las salidas de la ciudad contra los españoles. Al comienzo del segundo asedio, se realizaron varias salidas e intentonas contra las obras de asedio. Finalmente, ante las continuas bajas que los holandeses iban teniendo, ya fuera por los combates o por la enfermedad, se determinó que ningún ciudadano saliese de la ciudad.

Muchas de las salidas fueron abortadas por los hispánicos, pero el cuadro muestra claramente una victoria de la milicia de Leyden. Además, todo parece indicar que se trata de una "encamisada". La milicia de la ciudad está plenamente identificada por las prendas civiles, las armas improvisadas, y los trozos de tela blanca anudada a los brazos a modo de símbolo de identificación. Sólo uno parece no llevar el símbolo identificativo y, en cambio, porta una camisa blanca de gran tamaño.



La vestimenta y armas de la milicia de Leyden contrasta con las ricas prendas de los soldados españoles, más marciales y vistosas; además de su armamento, que es más profesional (cascos, arcabuces y espadas).



El cuadro parece conmemorar una de las salidas holandesas que más éxito tuvo durante el sitio de Leyden: En julio de 1574, una galera artillada, al mando de Gerard van der Laen, salió desde la villa; a la vez, tres columnas de las milicias salieron desde diferentes partes de la ciudad. Los holandeses, al mando de Jan van der Does, dieron en una fortificación española, la cual destruyeron, pasando a cuchillo a todos los que hallaron dentro.
Tras la llegada de refuerzos españoles, los holandeses se retiraron a la ciudad, dejando alrededor de 60 muertos españoles. El ataque sorpresa debió de ser por la noche; y, aunque el ataque fue a una fortificación, ésta no aparece representada en el cuadro. En cambio sí aparecen unas trincheras, que los diversos textos mencionan.   


Don Bernardino de Mendoza, que, aparte de diplomático, fue soldado en Flandes y cronista de los hechos allí ocurridos, relata esta operación:

"había de ordinario muy buenas escaramuzas y con pérdida de gente de todas partes, a causa que los de la tierra [los holandeses], aunque no tenían soldados, salían con mucha voluntad a ellas. A los 28 de julio, habiendo reconocido que el capitán Carrion [Lázaro Carrión] del fuerte que tenía a la puerta de la Haya a la Vaddingue [Vlaardingen] había hecho trincheras cerca de Boshuysen [Boshuizen], se resolvieron de ganárselas. Para ejecutarlo salieron con una galera de la villa [Leiden o Leyden] con artillería cubierta de tablones y atronerada [con troneras] y cantidad de mosqueteros dentro, y otros por el ullete, de los cuales la mitad llevaban arcabuces, y los otros saltapantanos [varas de hierro a modo de media pica]. Asimismo salió por la puerta de Reynen Burch [Rijnsburg] con las dos compañías del Gobernador [Dirk van Bronckhorst], que llevaban la vanguardia, otro golpe de vecinos, poniendo sobre el lugar llamado la Sable cantidad de peoneros. En esta manera embistieron la trinchera de Boshuysen por todas partes, siendo de los primeros a ello las compañías del Gobernador, y con tanta furia, que si bien nuestros soldados dispararon toda su arcabucería y mosquetería, no impidió que no se arrimasen a las trincheras. Los rebeldes se pudieron servir con esto de cantidad de garrafas de vidrio que llevaban llenas de pólvora y azufre y cabos de cuerdas encendidas, que arrojaban al reducto donde estaban nuestros soldados, el fuego de los cuales, por quemarse algunos dellos, les hizo desamparar el puesto, que ocupó el enemigo. Tocándose arma en los demás fuertes, acudieron al socorro, embistiendo a los enemigos para echarlos de las trincheras y reducto, que ellos defendieron por un rato, y a la fin le dejaron con pérdida de algunos soldados, como lo hubo de los nuestros, que los metieron a espaldas vueltas en la tierra [en la plaza]."


Como cuenta Bernardino, todos los milicianos portan los "saltapantanos", unas varas para ayudarse en las anegadas tierras de los Países Bajos. Incluso en el cuadro está mostrado como uno de ellos salta un canal ayudándose de esa herramienta.


La galera con la que salieron de Leyden también aparece mostrada, combatiendo, como dice Bernardino, con descargas de artillería y mosquetería contra las posiciones exteriores hispánicas.


Los textos holandeses mencionan como algunos de los españoles pedían clemencia, la cual no recibieron. Acto también reflejado en el cuadro.


Asímismo, también parece mostrarse los efectos de los artefactos explosivos o incendiarios -que menciona Bernardino- en una humareda que queda en el centro de la composición. La humareda muestra pequeños impactos de fuego sobre dos soldados españoles, que caen y se retuercen con la inercia del golpe.


 
El cuadro, en parte, puede ser representativo de la indumentaria de los llamados "mendigos del mar", "gueux de mer" o "watergeuzen"; es decir, los exiliados de los Países Bajos, que formarían el primer núcleo de resistencia contra el dominio español, actuando desde los puertos ingleses y franceses en los que fueron acogidos. Ya que en esta salida, unidos a las milicias de la ciudad, participó un pequeño grupo de ellos (nombrados en los textos y crónicas como "filibusteros" o "aventureros").

En cuanto al asedio de Leyden, el príncipe de Orange organizó una flota de socorro, al mando del almirante Luis Boisot. Se decidió abrir las esclusas y romper los diques, inundando los contornos, para propiciar el acercamiento de la flota zelandesa hacia Leyden. Finalmente, a primeros de octubre, por la noche, la inundación alcanza las obras de asedio de los hispánicos y Francisco de Valdés tiene que abandonarlas, ante el avance de la flota de socorro zelandesa.
El sitio fue muy duro para la población de Leyden: el hambre, la enfermedad y las privaciones se cebaron en ella. Unido a las bajas por combate, se calcula que entre un cuarto y la mitad de la población de la ciudad murió por causa del asedio.